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¿Crisis?, ¿Que crisis?

No es por la que está cayendo ahora, que mi menda ya lleva unas cuantas crisis de esas a sus espaldas, y aquí sigo tan campante, aunque con más canas y menos pelo, y en pleno furor rockero (para variar), y pienso salir de esta como he salido de las otras, que no me van a conseguir amargarme a estas alturas, que siempre nos quedará el rock`n roll (aunque algunos estén podridos de pasta). Pues por aquella época, si, si, también tuvimos nuestra crisis, ¡faltaría más!, que el jodido capitalismo de mierda ya se encarga de fabricar una cada tantos años para cagarse en los derechos de los currantes y poder seguir haciendo negocietes cono si tal cosa.

Ahora que lo pienso (cosa que solo hago de vez en cuando, que está muy mal visto y es puñao de cansao) tal vez me esté anticipando un poco, que la jodida crisis del 73 comenzó en otoño de ese añito por aquello de la enésima guerra entre árabes e israelies y porque los primeros se cogieron un rebote de la hostia y cerraron el grifo del petróleo, ¡que te vas a enterar, coño!, que si quieres petroleo lo vas a pagar a lo que yo diga, que yo tengo y tu no, ¡chinchate!, y yo estaba contando lo que hacíamos allá por el 72.

Total, que me he saltado un año por todo el careto, que para eso soy yo el que escribo el rollo este de blog (que me ha dado por ahí, oyes, ya deberías haberte dado cuenta) con la matraca esta de MOH, el mítico grupo de rock progresivo, experimental y psicodélico, y madrileño para más señas, que ya volveré a lo que nos pasó en aquel año del 72, pero ahora voy a hablar (que me apetece y ya está) de la puñetera crisis. ¡Que no, coño!, que de esta no, de aquella, la que vivimos con apenas dieciocho o diecinueve abriles (aunque algunos ya habían cumplido los veinte) y estábamos por comernos el mundo (que para eso habían puesto el mundo ahí, para que nos lo comieramos, si no ¿para qué?).

Que la cosa parece que estaba muy chunga, que nuestros viejos no hablaban de otra cosa, y nosotros, aunque no estábamos muy al loro, algo pillabámos, que tampoco es que fuéramos imbéciles y de algo nos coscábamos, pero lo cierto es que ya estábamos tan acostumbrados a las estrecheces que ni nos parecían estrecheces ni nada, que como nunca teníamos un duro, eso de la crisis nos sonaba a chino mandarín. Así que hubo crisis, ¿que crisis?, que nosotros seguimos sin un duro y pensando más en el rock que en otra cosa, que no hay nada como ser tan joven, no tener un duro y estar locos por la música rock.

Así que nosotros estábamos en crisis económica permanente, sin saberlo ni padecerlo, además de la existencial muy propia de la edad, por lo que ya estábamos mas que acostumbrados a las penurias, y no nos parecía nada raro ni del otro mundo. Todo lo contrario, lo raro era pillar pelas y darse un homenaje, muy de vez en cuando, como aquella vez que me empleé de profesor de guitarra echándole mucho morro (que ya no me acuerdo si lo he contado, así que ya lo repasaré otro dia y si no lo he contado pues ya lo contaré y si ya lo he contado, pues no). Vamos, que nos importaba un carajo que la crisis hubiera empezado en otoño del 73. ¿Crisis?, ¿que crisis?.

La Boite del Pintor

Estaba en Goya 79 y era una de las mejores discotecas de Madrid. Bueno la verdad es que tampoco había muchas por aquella época, que aquí también las discotecas habían llegado tarde como todo lo demás. La primera se inaguró en la calle de Don Ramón de la Cruz, rapidamente rebautizada coomo "Moncho Street" por los pijos al uso, esa especie a la que detestábamos. Ya no me acuerdo como se llamaba (si alguno lo sabe no estaría mal un soplo, please) y además creo que nunca llegamos a ir a ella (yo por lo menos, que me acuerde).

"El Pintor", era una discoteca con clase, o sea de pijos, pero tenía la ventaja de que su discjokey (entonces se llamaban así y ponían música de grupos en vez de destrozar lo que otros han compuesto) pinchaba buena música. Juanjo, nuestro amigo del barrio, el de la baska, no el nuevo batería que reemplazaba a Salva mientras estuviera en la mili, era un asiduo (le conocía el portero, los camareros, el pincha, y creo que hasta el dueño, ¡hasta tenía botella propia con su nombre y todo el tío!, lo que nos parecía toda una grandiosa hazaña) y en ocasiones nos invitaba (como no solíamos tener un duro casi siempre le tocaba a él) a tomar un cubata (yo un "San Francisco", que era mi copa preferida por aquel entonces) y echar un bailongo.

Así que entrábamos, precedidos por Juanjo, bajábamos la estrecha escalinata y ya estábamos allí, todo muy moderno, con sus luces y la bola giartoria y todo en la pista (como tienen que ser) que flipabas un güevo, y con la consumición te regalaban una cajetilla de cerillas de publicidad (que de eso me acuerdo), que es esa misma que estáis viendo (bueno la misma no, que esta la he pillao por ahí en la internet esa).

¡Había que vernos!, con las greñas y las pintas de jipis undreground que nos gastábamos, en medio de aquellas chicas bien, muy monas ellas, y los chicos tan atildaditos. Pero las copas eran buenas (no echaban garrafa) y la música más que aceptable. Así que, ¡ala!, a la pista de baile a mover el esqueleto y desmadranos un poco. Juanjo solía marcarse un par de numeritos a lo Joe Cocker, que le salía dabuti, oyes (si no sabes de que va no merece la pena que te lo explique, porque tampoco te vas a coscar de mucho) y el resto hacíamos lo que podíamos. ¿Ligar?, ni una mierda, que yo recuerde, bueno, él sí, quiero decir nosotros, que en eso seguíamos, sobre todo yo, lo que ya era nuestra pauta habitual.

Un día el pincha, o sea el discjokey, me dejó entrar en su cabina con Juanjo (ya he dicho que se conocían) y aluciné de lo lindo. ¡Yo quería ser discjokey!, además de rockero y jipi underground greñudo. Que siempre me había ido lo de poner los discos en los guateques (así por lo menos, ya que no me comía una rosca, escuchaba lo que yo quería, y no la mierda esa de los Bee Gees o el puto sonido "chicle" de los c... ). ¡Como mola!, claro que yo ya sabía algo del negocio, no en vano me apropié de las tareas del pincha en la disco del cole y además, lo más importante, mucho antes ya había pinchado en un infecto garito situado en el sótano de un bareto del barrio. Pero eso lo cuento otro día (si es que me apetece).

P.D. Resulta que el sitio en cuestión todavía existe, despues de haber sufrido un incendio en el 81. En la actualidad tienen cuatro barras y dos pistas de baile (o sea que ha crecido igual que nosotros, que yo no recuerdo tanto derroche). ¡Gracias San Google!.

En plan acústico

Pues eso, en plan acústico andábamos, que al no tener local para ensayar es lo que pasa. Con la guitarrita española a cuestas a todas partes (o casi) que por tocar no quedara. En la plazoleta, en el parque del barrio, en los pinares de La Elipa, en la Fuente del Berro o en El Retiro, a dar la matraca con las guitarritas, que por oficio que no quede. Y cuando no estábamos tocando por ahí las guitarritas es que estábamos oyendo música, otra de nuestras aficiones favoritas (bueno, si, de vez en cuando, también estudíabamos un poco, pero bien poco ¿eh?, que cuando se ha visto que los estudiantes quieran estudiar).

En esas estábamos cuando Juan Lacal concibió la prodigiosa idea de dar un concierto acústico para flauta y guitarra. El tocaba la flauta, que no lo hacía mal el tío, oyes, y Quique la guitarra clásica (que queda mejor que "española", sin sabor a copla y todo eso), que se le daba dabuti, y yo me apunté por todo el careto o la jeró de técnico de sonido. ¡Si, si!, ¡de técnico de sonido! , ahí es ná, que iba a tener menos trabajo que un sastre en un camping nudista.


A todo esto, Juan Lacal estaba entusiasmado (la verdad es que casi siempre que lo he visto estaba entusiasmado) con el proyecto y no hacía sino repetirnos, ante nuestras miradas atónitas e incrédulas, que el sonido eléctrico estaba muerto, que lo que molaba era lo acústico, que ya estaba bién de atronar al personal con los amplis y esas mandángas, que donde estuviera la armonía y delicadeza de los instrumentos acústicos... ¡Eh!, ¡un momento!, pero tu ¿que clase de rockero eres, tío?. A lo que respondía que el rock estaba acabado y otras lindezas por el estilo, hasta que Quique, muy oportunemente le insinuó que si su reconversión a la música acústica no guardaría alguna relación (siquiera coyuntural) con el hecho de no tener un duro para comprar un buen equipo.

Bien, pues llegó el día del concierto, que el tío se lo había currado muy guapamente, y allí que se plantaron en medio del escenario los dos, flauta y guitarra clásica (o acústica, que también se puede decir, aunque no sea lo mismo, todo menos "española", que las guitarras que yo sepa no tienen patria ni pasaporte ni rollos de esos -seguro que sale alguno y me lo rebate- y a ver si alguien le ha preguntado al instrumento por la tierra de sus ancestros y sobre todo si este le ha respondido alguna vez), que no me acuerdo muy bien del sitio, pero me parece que no estaba lejos del Retiro, aunque a lo mejor Quique se acuerda mejor que yo (¿donde te has metido tronco?) que dos molleras, aunque sean de las nuestras, siempre hacen más que una.

Total, que empezó el concierto como si tal cosa y parecía que los dos no habían estado haciendo en toda su vida nada distinto, de lo bién que sonaba aquello, todo instrumental (que la música, me parece la había compuesto casi toda Juan, aunque a lo mejor también me equivoco en esto) y sonaba como muy del bosque (como la foto que he puesto arriba, que no se me ocurría otra cosa, sorry) y mitológico y hasta New Age, y eso que aún no se había inventado la música New Age (y si se había inventado no nos habíamos enterado) y ahora que lo pienso me parece que en aquella ocasión habían inventado ellos la música New Age pero no llegaron a percatarse del asunto, ¡lastima!, que ahora van por ahí diciendo que la han inventado otros.

Y yo estaba, sentadito en una silla, a los mandos de una etapa de potencia que alguien nos había prestado, que habíamos colocado justo delante del escenario, y a la que habíamos enchufado los dos micros y así le iba dando más volumen a uno o a otro, según el caso, metiendo un poco de rever y en ese plan. Y es una pena que tampoco haya registro sonoro de aquello (¿lo hay?).

¡No se mueva nadie!

Un día de aquel año, nuestro amigo Juanjo, que era también el que reemplazaba a Salva en la bateria mientras estaba en la mili, nos propuso presentarnos a un concurso de grupos noveles que habían organizado en su barrio o a una selección de grupos para tocar en las fiestas, o, en fín, algo parecido, que, la verdad ya no me acuerdo muy bién. Así que allá que nos plantamos, en metro claro que no estaban los tiempos para exquisiteses, Quique y yo con nuestras respectivas guitarras eléctricas (mi Hoffner de toda la vida y la Fender que le había comprado al padre de Salva), Rulo no venía, tampoco me acuerdo muy bién porqué, y Juanjo con sus baquetas, que el sitio al parecer disponía de amplis y una batería (¡mira tu que bien!).

Así que llegamos y ¡joder!, era nada menos que la Junta Local del Movimiento (que nunca he sabido muy bien porque razón a "aquello" lo llamaron "Movimiento", cuando lo que pretendía más bien es que no se moviera nadie un pelo). Después de tragrar saliva y de echarle una mirada asesina a Juanjo, que no nos había dicho nada al respecto de los patrocinadores, decidimos, haciendo de tripas corazón, entrar que para eso habíamos venido (en metro) y ya que etábamos allí plantados como unos pasmarotes lo mejor era echarle güevos y tirar pa dentro.

Nos recibió un tipo mayor con camisa de falangista y todo que parecía que se había escapado de otra época, que ya no era muy frecuente ver sujetos de semejante guisa por ahí, y el tío debió flipar de lo lindo al ver las pintas y las greñas que nos gastábamos Quique y yo (que en eso Juanjo era más recatado). Nos explicó por encima de que iba lo cosa (que tampoco me acuerdo, pero no porque se me haya olvidado, sino porque estábamos alucinando y no le captamos la onda). Así que, ¡a tocar chavales! (siempre me ha jodido el puñetero paternalismo que se gastaba esa gente).

Bueno pues si había que tocar se tocaba, ya que habíamos llegado hasta la boca del lobo lo peor que nos podría pasar es que nos mordiera. Enchufamos las guitarras, Juanjo se sentó en la batería y ¡ala!, nos arrancamos con "La mujer que yo quiero" de Joan Manuel Serrat, que había salido el año anterior en su album "Mediterráneo" (yo me lo había aprendido de memoria que las chicas solían ponerse tiernas si cantabas algo de Serrat, ¡total!, para lo que me servía...), y era uno de los temas que habíamos preparado (por indicación de Juanjo) para la ocasión, que ya se sabe que era el autor favorito del régimen (¡la madre que lo parió!, para haberlo sabido, oyes).

Terminamos de tocarla, que tampoco es que la bordáramos de las pocas ganas que le poníamos, y el tipo aquel con gesto adusto (que no se muy bien lo que significa pero creo que es algo chungo) nos dijo que ya nos dirían algo, que era una manera muy gupa de decirnos que nos largáramos. ¡Y hasta hoy!. ¡A quien se le ocurre ir a cantar a Serrat al local de los falangistas del barrio!. La verdad es que salimos convencidos de que no teníamos nada que hacer y, la verdad, nos importaba un pimiento, ya que aquello era lo mñas cutre que nos había pasado en mucho tiempo.

Suave maquina (de Canterbury)

Más raros que un perro verde. Eso es lo que nos parecieron Soft Machine la primera vez que les escuchamos, y eso que, como siempre llegábamos tarde y el primer disco que oímos de ellos fue "Five", o sea el quinto (que en lo de poner nombre a los ábunes eran muy originales los tíos) de los que publicaba la banda de Canterbury (¡je!, como los cuentos... ) fundada allá por 1966, y luego pillamos el anterior, "Fourth". Como tuvieron mogollón de cambios en sus integrantes (fueron quinteto, cuarteto, trío, sexteto, ect.) no me veo con fuerzas (ni con ganas tampoco, oyes) para contarlos todos y cada uno, así que os remito a la Wikipedia, que siempre queda muy apañada la cosa.

Aunque en sus comienzos, que nosotros nos los habíamos perdido como ya era bastante habitual, eran un grupo de rock progresivo y psicodélico, parece que luego les dio fuerte por el jazz-rock (algunos los consideran los pioneros del fussion) al tiempo que se volvían completamente instrumentales. Y allí es donde les pillamos y flipamos de lo lindo con lo que nos parecía una mezcla de freeJazz (con el saxo como uno de los instrumentos solistas principales) con temas lentos (que no eran blues ni baladas) tremendamente evocadores y cálidos. Al final , tras no muchas audiciones, se nos acostumbró el orejo, claro, y pasaron a ser otro de nuestros grupos favoritos. Acabábamos de descubrir el que seguramente fue el más original de los grupos de rock del llamado sonido o estilo de Canterbury, del que al final se acabaron separando, y de donde también habían salido Caravan, Gong, etc.



Lo que más nos llamaba la atención era la ausencia de guitarra como instrumento solista (y no solo como solista, sino que normalmente no había ningún tipo de guitarra eléctrica, al menos en la época en la que los habíamos cogido), lo que para unos rockeros al principio resultaba raro de tragar. Solo recuerdo un disco en directo donde Soft Machine utilizan la guitarra eléctrica, además de las primeras grabaciones que escuchamos mucho después y que no nos convencieron tanto, y eso que uno de los fundadores del grupo, junto con el batería Rober Wyatt había sido el guitarrista Kevin Ayers, toda una leyenda en el mundo del rock psicodélico y progresivo. Claro que teníamos el caso de Emerson, Lake & Palmer, pero no era lo mismo, que de vez en cuando te metían unos arpegios con la acustica o un toque de punteo con la eléctrica (aunque tampoco mucho, la verdad).

En definitiva, que pese a la extrañeza inicial (por raros, ya digo, no como tipos sino como músicos) que nos provocaron, fueron de los que oíamos a menudo en casa de Rulo y algunos, como el Bola, se convirtieron en auténticos forofos (que lo de "fan" no me ha gustado nunca).

Más despacio, please

Como habrán ya notado los avispados lectores de este blog en que se se narra la incomparable historia de MOH, grupo de rock madrileño que ha pasado a la leyenda (y si no ya me encargo yo de que pase) últimamente ha descendido el ritmo en que se publican los post. Esto no es debido ha que nos estemos quedando sin materiales, ni musho menos, que historias y anécdotas hay todavía un buen puñao para contar, así como actuacciones y eventos similares que se produjeron en su momento.

La razón es otra, pero bien sencillita, ¡estoy de curro hasta más arriba del cogote!, y no tengo mucho tiempo libre; mejor dicho, apenas tengo tiempo de hacer otra cosa. No, no he cambiado de trabajo (gracias por el interés), sigo teniendo el mismo, es que mi curro es así, unos cuantos meses a tope y el resto del año a tocarse los c... (bueno tampoco tanto, pero si voy más relajadito). Así que, si no les importa a vuecencias, que ya no se que trato darles a los que nos leen, iré más despacio, oiga, que tampoco es cosa de que me de un infarto u otro arrechucho semejante.

Pero no se preocupen los habituales, si es que en realidad hay alguno, que prometo postear de vez en cuando a fin de no dejarles sumidos en la desesperante curiosidad insaciada y que no puedan dormir por las noches pensando una y otra vez "y ahora, ¿que pasará?. Que como digo, aún tengo mucho que contar, y lo iré contando, que en realidad estamos casi solo en el comienzo y que si me descuido esto puede durar más que un traje de pana.

Un avance para los impacientes sobre las próximas entregas de esta singular saga: he de referir lo acaecido a Quique, Juanjo y mi menda (lerenda) en una actuación que tuvimos con supervisión del Jefe Local del Movimiento (si, ese, ¿cual va a ser si no?) y también he de referir lo sucedido en una actuacción en La Elipa, que estaba cerca de nuestro barrio, en la que tocamos con los que habrían de ser luego Burning. Y esto solo para ir abriendo boca (no la abráis mucho, no se os vaya a descoyuntar la mandíbula) que luego viene más.

Ahí lo llevas, montañes (Live)

Como parece que la recuperación de las grabaciones más antiguas de MOH anda un tanto lentorra, hoy voy a poneros otro tema de nuestra época más avanzada (en el tiempo) con la novedad de que está grabado en directo en un pub que había en nuestro barrio que, ¡cosas que tiene la vida!, oyes, estaba en el mismo sitio donde años atrás se encotraba el colegio en cuyo sótano tuvimos nuestro primer local de ensayo, cuando aún todavía tocábamos (no por mucho tiempo) en el coro de la parroquia. Así que de alguna manera el círculo se cierra, que no se muy bien que demonios significa pero queda muy dabuten (que lo he leído por ahí).



El título original es el que figura en la cabercera de este post (entrada o como rayos queráis llamarlo), pero finalmente, por aquello de la ley del mínimo esfuerzo de la que desde hacía tiempo éramos furibundos partidarios se quedó simplemente en "El montañes". Se trata de un tema instrumental en nuestra más pura tradición rockera en el que mi menda no participa. No, no había salido a potar al tigre ni me estaba sirviendo un cubata, es que en aquella época, muy posterior a la narración de los últimos acontecimientos, MOH (la nube que vegeta) se había convertido en un trío. ¡Escuchen a los increibles Quique, Salva (que hacía mucho que había vuelto de la mili) y Rulo en directo!.

Lo mismo de siempre, el enlace de abajo y a escucharlo:
http://www.reverbnation.com/tunepak/1548663

¿Que qué hacía yo, entonces?. Buena pregunta. Pues lo había dejado por un rato (largo), o sea momentáneamente porque me había salido un curro (al que no podía decirle que no) que me absorvía todo el tiempo (estaba haciendo la tesis, joder), pero de eso, si os parece, y si no también, ya escribiré cuando toque. ¿Que si me jodió perdérmelo?, claro, sin os parece estaba dando saltos de alegría. En fin, por ahora y si nadie opina lo contrario (que ya me extrañaría, que en este blog no opina nadie ni mu, ¿estaré solo en el universo?), tras este inciso musical, seguiremos con la historia de MOH (la nube que vegeta), el increíble y mítico grupo de rock madrileño, allí donde la habíamos dejado, esto es con Salva en la mili y nosostros buscándonos la vida (rockera) de cualquier manera.

Retirados

El Retiro, el gran parque que hay en el mismo centro de Madrid, que en realidad se llama Los Jardines del Buen Retiro y que era un lugar a donde los reyes (antiguos) iban a descansar cuando en este país aún había reyes de los de antes, de cuando llevaban la corona todo el rato y mandaban mogollón, que luego pasó al pueblo madrileño para su disfrute tras la revolución de 1868 que supuso el destronamiento de Isabel II (¡toma ya lección de historia!, gracias SanGoogle y Wikipedia, que a mi se me habían olvidado estos detallitos de nada).

Resulta que era uno de nuestros lugares favoritos, como de cualquier madrileñ@, para pasar un buen rato en plan tranquilito. Y además, era gratis, que es lo bueno que tienen los parques y demás equipamientos municipales del municipio municipal (que viene de los romanos, lo de municipio, digo, que uno es rockero hasta las entrañas pero algo también ha leido, que no está reñido oyes), que los puedes disfrutar por la cara, claro que con los tiempos que corren no nos extrañaría nada que también los privatizaran y hubiera que soltar la pasta para ir a dar de comer a los patos del estanque de los patos o para darse un garbeillo entre las frondosas veredas (un amigo me dice que no de ideas).

Pues eso, que anda que no hemos ido veces y nos han pasado cosas divertidas en el Retiro, que tiene un gran estanque, con una gran escalinata donde la baska se aplasta a tomar el sol, en el que puedes montar en barca, aunque eso ya no es gratis, que si lo fuera no habría barcas para todo el gentío o muchedumbre que iría en plan orda a darse un voltio por la jeta, que con tal de que sea gratis yo me monto, tronc@, aunque no tenga puñetera idea de manejar una barca de esas, que tampoco es que haya que ser un licenciado, pero tiene su truquillo, que si no te pones de acuerdo te puedes pasar dando vueltas todo el rato (y está comprobado).

A nosostros lo que nos molaban eran las piraguas, en plan canadiense, como las de los indios de las pelis, que también había, y eran para dos y esas si que molaban que si remabas con brío cada uno a un lado aquello iba a toda leche. Y recuerdo un día, entre muchos, que nos fuimos el Cesar y yo con nuestras amigas Ana y su hermana Menchu, y cogimos dos piraguas de esas y nos lo pasamos en grande que creíamos que estábamos en mitad de los Grandes Lagos esos y nos entró un rollo buenísimo que nos duró todo el día, y todo muy mágico y con su colorines, que parece que teníamos la mollera alterada o se nos había expandido la conciencia, como dicen ahora los enterados.

Otro de nuestros sitios favoritos era el lago del Palacio de Cristal, que no veas como mola con cisnes y todo para flipar de lo lindo y una fuente en medio del lago que echa un chorro de agua enorme a las alturas y un gruta con un banquito a pie del lago que se está dabuten y bien fresquito en verano, en la cueva viendo el agua, que hay bofetadas para sentarse, y alucinas cantidad de la buena. Y los jardines versallescos, y el paseo de las estatuas, y la ría artificial, que si no te dicen que es artificial no te coscas, y la estatua del angel caído que parece que es el único parque del mundo que tiene una estatua al demonio, y mogollón de cosas para enrollarse y pasarlo cojonudamente sin soltar un duro (¡viva la revolución de 1868!).

Además en el Retiro hemos vivido momentos geniales, como aquella vez que estábamos tocando la guitarra y de pronto apareció un tio con largas greñas entre la maleza en plan duende o elfo o similar engendro de la naturaleza y traía una flauta (travesera, que son las que molan, que las otras son para que estudien los niños música en el colegio) y la venía tocando siguiéndonos el rollo como si tal cosa, que fue un flipe y fue total. Resulta que era Juan Lacal, que así le conocimos, y nos hicimos tronquetes y hasta ahora.

Y aunque en Madrid, hay otros parques muy grandes, como el del Oeste o la Casa de Campo, que más que un parque es un buen cacho de trozo de campo pegado a la ciudad y también tiene estanque y se puede montar en barca, estan más lejos de nuestro barrio, que tambien estaba al lado de dos parques, como ya hemos contado, y no tienen el rollo tan guapo que tiene el Retiro, que he visto otros parques bonitos por ahí, como el de La Coruña, o de de María Luisa en Sevilla, que molan un puñao, pero a mi me gusta más el Retiro.

¡Menudo petardo!

Por fin llegó el momento de subirnos otra vez a un escenario. Y allí que nos plantamos, en la Escuela de Ingenieros de Caminos de la Cumplu (Rulo me dice que no, que era en otro sitio, que tampoco me extrañaría después del porrón de tiempo que ha pasado), Quique, Rulo, Juanjo y mi menda, además de varios amiguetes y colegas del barrio. Montamos y preparamos el equipo , que tampoco era el de los Rolling, afinamos los intrumentos (bueno, el bajo y la guitarra que era lo único que había que afinar) y nos dispusimos a dar un conciertazo. Cuando se abrieron las puertas y fue entrando la gente aquello, no es que se llenara, pero si que se ocuparon más de la mitad de las butacas., lo que no estaba tan mal.

En la primera parte tocamos sobre todo temas nuestros, especialmente la Synfonía, a la que le habíamos suprimido partes (por ejemplo la introducción y una que se llamaba "Percusion" y en la que Rulo, Salva y Juanjo, el de la baska, no el nuevo batería, llevaban la voz cantante) y añadido otras. No quedó mal, a no ser que nos aplaudieran para no hacernos pasar un mal rato (y mira que me extrañaría tú). Terminamos esa primera parte con una versión del "Lookin back" de Los Buenos que también fue bastante aplaudida.

La segunda parte del concierto la habíamos previsto como una larga improvisación y se convirtió nada más empezar en un desmadre absoluto. Había un piano de pared en una parte del escenario y a mi me dio por tocarlo, porque vieran que yo era un verdadero teclista ¡coño!" y que no solo tocaba mi cascado Panther. Juan Lacal, que había venido con nosotros, tocaba el violín, o eso decía él, y además tiraba petardos (si, si, como lo estáis leyendo, ¡tiraba petardos!) al respetable (público, que el público siempre es respetable salvo en determinadas ocasiones y aquella estuvo a punto de ser una de ellas) y nuestra amiga Mamen se arrancó a cantar a lo Janis Joplin, que es lo que la ponía, viniera o no a cuento, como si tal cosa.

Total, ¡un verdadero desastre!, que el respetable debió entender que les estábamos bacilando (o que nos habíamos vuelto locos de pronto) y comenzaron a desfilar en dirección a la salida, primero lentamente, como dismulando, luego en estampida. ¡Que no cunda el pánico!. A ver si con un buen blues lo arreglamos. ¡Ni por esas!, claro que tampoco aquello sonaba mucho a blues sino a un girigay en el que cada uno iba a su bola y el resultado, en conjunto, era espantoso. Bueno, cuando solo quedaron los amiguetes y los colegas del barrio (unos pocos) que habían venido con nosotros (¡dios les bendiga!) comprendimos que se había terminado. ¡A la porra los aplausos y los vítores!, ¡a la porra el éxito y la fama!, ¡aquell@s desgraciad@s habían salido de najas sin el menor recato!. ¡Así no hay quién sea progresivo y experimetal!, que no siempre el experimento va a salir bien (desde luego aquel fue un rotundo fracaso).

¡Vaya chasco!. ¿Que demonios nos había pasado? ¡Eramos MOH!, y para nosotros las improvisaciones estaban chupadas, o eso creíamos hasta ese momento. Facil, llevabamos mucho tiempo sin tocar juntos, pues como recordaréis, os dije que nos habíamos quedado sin local de ensayo. Habíamos ensayado lo justo para este concierto (no hubo posibilidad de mas) por eso la primera parte no salio mal, pero estábamos desentrenados y además Juanjo, el batería, era nuevo y había tocado poco con nosotros (¡bastante hizo el pobre con aprenderse en tiempo record nuestros temas!). Así que la improvisación, que no tenía que haber supuesto ningun problema, como otras veces, se fue al garete, y con ella nuestras esperanzas de dar un conciertazo.

Cuando ya nos marchábamos, bastante cabizbundos y meditabajos (si, cabizbundos y meditabajos de puro desconcierto, oyes) se acercó un colega mio de la Facultad, que meses atrás había estado en nuestra puesta de largo, para decirme que la primera parte le había gustado, pero que se notaba que el batería no era el mismo. Bueno, si, ¿y que podíamos hacer?.

P.D. Tampoco hay foticos ni registro sonoro alguno de este evento, sorry, y ahora que lo pienso, casi mejor (que siempre podremos decir que no fuimos nosotros).

La Corte del Rey Carmesí

Tambien los conocimos tarde. King Crimson (el nombre, según dicen algunos, sería una alusión al diablo, aunque vete tú a saber) el grupazo de rock progresivo y sinfónico formado en torno al peculiar (por su estilo) e innovador guitarriasta Robert Fripp y el singular letrista y poeta Peter Sinfield (cuyos textos nos perdíamos debido al lamentable estado de nuestro conocimiento de la lengua de Chespir, que era el habitual del país) nos llegó, esta vez de mano del Bola, con quien yo mantenía una continua competencia por ver quien tenía más discos (al final ganó él) y quién descubría grupos nuevos (para nosotros, se entiende), allá por finales de 1971 y comienzos del 72.

Su primer album, sin embargo, el buenísimo y ya clásico "In the Court of the Crimson King" (que estoy escuchando en mi viejo vinilo mientras escribo esto, como suelo hacer casi siempre) se había grabado en octubre de 1969, y solo había tardado más de dos años y medio en llegar aquí, según era ya rancia costumbre. Además no fue el primero del grupo en publiarse. Si no estoy muy equivocado aquí salió antes el segundo y el tercer album y solo más de un año después sacaron el primero. A lo que parece no se enteró casi nadie. Así que nosostros, y el resto del país, no nos coscamos de la existencia de King Crimson hasta mucho después, con decir que conocíamos ya antes a Emerson, Lake & Palmer, y que Greg Lake había sido el primer cantante (nos negábamos a decir vocalista) y bajista de los Crimson.



Debo reconocer que al principio me costó un poco cogerles el tranquillo (seguramente influido por el despecho que me producía que su descubridor en esta ocasión hubiera sido el Bola y no mi menda, ¡que raro!, en esta no sale el primo de Rulo), pero pronto me hice forofo, muy forofo, y hasta hoy. Es uno de los grupos de aquella época que he seguido escuchando con regularidad y hasta me emocioné cuando, mucho después, a comienzos de los 80 iniciaron una nueva etapa y fuí corriendo a pillar su nuevo disco "Discipline" (que, sin embargo, no llegó a gustarme tanto).

Como teclista (me gustaba considerarme así, porque decir "organista" sonaba a que tocaba los domingos en la parroquia, lo que hacía ya tiempo que no hacía, aunque tambien tocaba algo la guitarra y cantaba) me encantaron los melotrones de Ian McDonald, que también tocaba la flauta, y a partir de entonces empecé a preferir el melotrón (que ya había escuchado antes, por ejemplo, en los Moody Blues), con su posibilidad de añadir una sección de cuerda, entre otras cosas, a un grupo de rock, a los sintetizadores Moog de aquella época, con los que sin embargo se habían hecho cosas prodigiosas (basta recordar a Walter Carlos, sobre quién escribiré más en otro momento).


Este vídeo (el de aquí arriba) recoge una versión en directo en la BBC que se publicaría mucho después en un recopilatorio de 1997.

Claro que yo no tenía ni melotron ni sintetizador ni nada que se le pareciera, tan solo mi órgano Panther cascado, así que me tenía que quedar con las ganas. Volviendo a King Crimson, su segundo disco "In te Wake of Poseidon" nos había parecido tan bueno como el primero (que conocimos después, ¡uf, que lío!) y muy en la misma línea de rock progresivo y simfónico, con muchas influencias del Jazz, el Barroco y tela de improvisaciones. Y así seguimos, colgados de su música, y eso que hubo varios cambios en la formación originaria (con la introducción de Mel Collins primero y de Bill Brufford, el batería de Yes, más tarde) en este y en los siguientes discos ("Lizard", "Islands", "Larks Tongues in Aspic", "Starless and the Bible Black", además de dos en directo) que sacaron, hasta el último, "Red" de esta etapa, para mi la mejor del grupo. Más madera para escuchar y flipar en casa de Rulo.

Por cierto que estuvieron en Madrid, creo recordar que en 1974 y no pudimos ir a verles por la sencilla razón de que (para variar) no teníamos un duro (¡cago en todo!). A pesar de ello, seguimos siempre muy cerca de la Corte del Rey Carmesí. Sus temas han seguido siendo tocados por otros grupos mucho tiempo después de que se hicieran famosos, como podemos ver en este vídeo de Asia de 2007.



Y hasta se han hecho adaptaciones para ser interpretados por un quinteto de cámara (cosa que solo había pasado con los Beatles, creo) como se ve y oye en este vídeo que es una maravilla (que yo me he quedado flipando al verlo, oyes).



En fín, que lo bueno perdura (y es un gustazo).

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