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¡Feliz año! (con Oxygen)

Esta vez nada de contaros historias nuestras de fin de año, así que para felicitar a toda la peña que anda por ahí el año  nuevo que se nos viene encima como si tal cosa, nos ha parecido que esta banda actual de hard rock viene que ni al pelo (aunque muchos ya no nos queden). Ellos son de Seaford (New York, USA) y suenan igual de bien que los grupos de aquella época. Ya sabéis, despues de las uvas, el champan y todo ese rollo tomatero que repetimos año tras año por la sencilla razón de que lo hace todo el mundo y no vamos a ser nosotros menos ¡oiga!, comienza la marcha a toda pastilla, que parece que si no te has quedado estenuado al día siguiente es que no te lo has pasado bien. ¡Pues toma marcha!, con Oxygen, que os va a hacer falta (el oxígeno) y que no decaiga. ¡Y FELIZ AÑO NUEVO!





Ya no vamos viendo...

Cuento (o casi) de Navidad

Es Navidad. Bueno, en realidad es Nochebuena, pero para Charlie ya es Navidad. Es Navidad desde dos dias antes, cuando daban las vacaciones en el colegio desde que era un chaval. Pero Charlie ya no es ningún chaval. Este año que termina en apenas una semana ha cumplido los veinte y se siente entre perplejo, feliz y abrumado. Bueno, no todo a la vez. Más bien lo va simultaneando (¿Quien demonios habrá inventado este palabro?). Un poco cada vez. Ahora se dirige a casa a cenar. Hace frío. La cena de Nochebuena, aunque para él es la cena de Navidad. El y la vieja, una mujer tozuda que lo sacó adelante contra viento y marea, y aunque tiene su punto inaguantable a veces, le gustan los Beatles y eso es más que un puntazo. Nunca se metió con los pelos de Charlie, no como las madres de sus amigos, ni con su mania de ser un músico de rock, aunque eso sí, queria que estudiara una buena carrera, arquitecto, a ser posible, pero Charlie se decidió finalmente por la Historia. ¿Vocación?. No, era la facultad donde más tías había.

Ambiente recogido. Es una de las pocas veces que comen (mejor dicho, cenan) juntos. Sus horarios no son muy parejos. Ella, la vieja,  es profesora de inglés en un colegio y Charlie se pasa el día en la universidad (bueno, eso es mucho decir) o por ahí con los amigos. Pero esta cena es sagrada, Aunque ninguno de los dos están muy seguros de que significa "sagrado".  Nunca le obligó a ir a misa o la iglesia, ella misma no iba jamás, y si bien lo llevó a estudiar a un colegio de curas en casa no había ningún símbolo de ninguna religión. Ni cristos ni estampitas de la virgen o de santos, ni nada. Y creció libre y sin miedos. A lo que íbamos. Mesa redonda (la de siempre, no hay otra). Mantel especial de los días de fiesta (que son pocos). Es la cena de Navidad (bueno, Nochebuena, pero ellos ya lo llaman Navidad). Esparrágos con mahonesa y carabineros (el marisco, no la policia italiana), también con mahonesa. Un año tras otro. Un ritual. Y un festín. Y en la pared del cuarto, la ausencia de la rama de abeto que solían adornar con bolas de colores cuando era un niño. Pero Charlie ya no es un niño.

Un poco de música de fondo. Música de Navidad. El "Noel" de Joan Baez en el tocadiscos estero recién estrenado del salón de la casa. Villancicos nórdicos. Alemanes, anglosajones, franceses y hasta uno catalán. Pero nada del chunda chunda de los peces en el río. El chunda chunda para su padre. Ese padre que nunca estuvo. Debe ser esa gotita de sangre germana que, aunque nacido en Chamberí (barrio más catizo imposible), corre por sus venas. Y de postre mazapán. Riquísimo mazapán y turrón de coco y de frutas. Un beso y un ¡hasta luego, mama!, ¡feliz Navidad!, y Charlie sale a la fría noche para encontrase con sus amigos. Unas vueltas por el barrio. Si hay alguna casa disponible (porque no estén los viejos) se refugian en ella para escuchar algo de música. Pink Floyd o Jethro Tull. Tambien Emerson, Lake & Palmer Todo está envuelto en una neblina como de cuento. De cuento de Navidad. Aunque puede que sean imaginaciones suyas. Charlie y sus amigos (y es chica que le gusta y a la que no se atreve a decirle nada), y la música, que desde entonces lo acompañará siempre.

Como suena esto (de bien)

Para que no digáis que somos unos carrozas de tomo y lomo (que lo somos, oyes y a mucha honra) hoy no os vamos a poner nada de música de aquellos tiempos. No. Hoy os vamos a poner una banda de ahora mismito pero que suena igual de bien (lo que no siempre se consigue). Una banda de blues para más señas, que ya hemos dado la paliza bastante con el rock progresivo y sinfónico (que está muy bien, pero el mundo no se acaba ahí). Si, una banda cojonuda de blues, que al fín y al cabo era otra de nuestras influencias más notables y de nuestras músicas más queridas. Se llaman Dee Miller Band y suenan así de bien. ¿Como bien?, suean así de fantástico.



Electronic Press KitQuantcast


Trece temazos por la cara, o sea un disco grande entero, todo un álbum (o LP como se decía entonces), no os quejaréis ¿eh?, esto de internet y de la música libre es un invento (y no hay quién lo pare, como a WikiLeaks :-)

Otro diciembre más

Pues si, otro diciembre más, con sus fríos y sus vacaciones de navidad y sin el tirano, aunque eso, después de la descomunal resaca de celebraciones, no se notaba mucho. Mejor dicho, no se notaba nada. Al fín y al cabo "todo estaba atado y bien atado", como el mismo tirano bajito y siniestro había asegurado en muchas ocasiones (con su voz melíflua y aflautada) y aunque el discurso del recién coronado monarca de las españas (que vi en la tele de casa de Salva con él y su madre, que en mi casa no había parato de esos), nombrado por el mismo tirano, no lo olvidemos, insinuaba algunos cambios futuros, muchos no nos fiábamos ni un pelo y sabíamos que no nos iban a regalar nada, y menos las libertades. Y los "grises" seguían ahi, al igual que los fachas, y los soplones (que todos sabíamos quienes eran, igual en el barrio que en la universidad, que muy profesionales no es que fueran los tipos y se les olía a distancia) y nada parecia haber cambiado, porque no había cambiado nada.

Y mientras, me había vuelto a quedar colgado, en secreto claro está, para no perder la costumbre añeja (o sea que tenía ya muchos años la dichosa costumbre), de una compañera de clase, una chica normal, y no como las pijas que se sentaban en el banco de delante, aunque una de ellas terminó con el tiempo siendo buena amiga y prefería venirse de cachondeo con los "rojos" y los "acratosos", que éramos, todo hay que decirlo, unos cuantos, lo que dice mucho en favor de su intelgencia, y eso que la tomábamos el pelo a menudo. Por supuesto ella (la "pija" amiga nuestra no, lo otra, de la que me había quedado colgado) y como venía siendo habitual, ni se había coscado de nada ni me hacía el menor caso, o mejor dicho, sí, me trataba igual que al resto de los compañeros que salíamos juntos (y yo me desesperaba en silencio, que es una cosa de lo más tonta). ¡Que le vamos a hacer!, ya estaba uno muy acostumbrado a semejantes padecimientos y lo de la timidez enfermiza parecía no tener arreglo. Solo que ahora ya no me daba, como años atrás, por componer canciones desesperadas.

Y paseos con los amigos, a pesar del frío, y alguna caña en algún bareto del barrio, y a estudiar como un mamón, que llegaban los exámenes y había que ponerse las pilas (aunque ya le había ido cogiendo el tranquillo y no me costaba tanto como al principio). Y a esperar el nuevo año, que se adivinaba movidito, y a que pasara el invierno y llegara el buen tiempo de nuevo, que el frio es chungo e insolidario y si eres joven y no tienes un duro lo llevas pero que muy crudo. Y mientras la música seguía ahí, formando parte constante de nuestras vidas y no habíamos perdido la esperanza de volver a tocar algún día.

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