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Una guitarra nueva

Habia dejado mi viejo y cascado Panther, junto con mi Hoffner eléctrica y mi ampli en el local de Don Falismin aquel verano y nunca volví a por ellos. No echaba de menos mi viejo órgano con el que había aprendido a tocar, porque ahora tenia un flamante Yamaha de doble teclado en mi casa que molaba un mogollón del bueno. De mi vieja guitarra eléctrica, más antigua aún que el Panther, tampoco me acordaba mucho y cuando lo hacía de lo que me acordaba es que era bastante durilla (por no decir otra cosa), comparada con las guitarras que había probado luego por ahí, y no tenía ganas de volver a despellejarme los dedos (justamente por las llemas que es lo más blandito y lo que más duele), que ya me los había despellejado bastante al principio (cuando comenzamos con lo del grupo). ¿Y el ampli?, bueno pues que solo tenía cuarenta watios de potencia y con eso no ibas a ningún lado (y menos tocando rock progresivo y sinfónico).

Sin embargo echaba de menos tocar la guitarra, ya que mi trayectoria musical había empezado con ella, ya que lo del teclado vino después (como sabrán tod@s aquell@s que siguen este blog y ell@s sabrán porqué, que a mi no se me ocurre ni me alcanza). No era cosa de pillarse una guitarra eléctrica por la sencilla razón de que no tenía pelas ni para una de segunda mano. Y luego estaba lo del ampli, que una guitarra eléctrica si su amplificador pues que no tiene mucha utilidad, oyes, que no se oye un carajo y tampoco era cosa de enchufarla a la radio, como se hacía antes, que las radios modernas, o sea los transistores a pilas, no estaban preparados y en eso habíamos salido perdiendo claramente, para que luego digan que toda mejora tecnológica es un avance, que a veces si y a veces no, pero no me voy a enrollar más con esto que veo por ahí a algun@s que están a punto de la desbandada (¡poca paciencia tiene el personal!).

Así que me decidí por pillarme una guitarra española, que me gusta llamarla más así que "clasica", y me fuí con el Quique una tarde a Leturriaga (que ahora no me acuerdo si fue a Leturriaga o a la Unión Musical, que para el caso...) y allí estuvimos un buen rato, que nos sacaron unas cuantas que se apañaban a mi modesto presupuesto (que tampoco iba a comprarme la guitarra de Paco de Lucía, ni la del Maestro Segovia, ni aún la de Narciso Yepes) y Quique, que era el que mejor la tocaba con diferencia (pero con mucha difrencia) las fue probando tranquilamente hasta que al final dijo: ¡esta!, y la pillamos y nos volvimos para el barrio tan contentos. Que ya teníamos otra vez guitarra española (y aún la conservo que ha salido cojonuda y con ella ha aprendido a tocar mi cuñado y aún ahora todavía la toca mi hijo y eso que un invierno que hizó una rasca que no veas y que me la había olvidado en el cuarto de abajo se me rajó por el mastil y hubo que hacerle un apaño) y podía volver a dar el coñazo en plan cantautor, que distraía mucho mientras no hubiera local para ensayar. Y en esas estábamos.

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