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Cuando el grajo vuela bajo...

...hace un frio del carajo. Pues si, oyes, que la sabiduría popular es muy sabia (por eso se llama "sabiduría") y aunque por Madrid no es que se vieran muchos grajos, de verse irían volando bajo los pobres bichos porque ya hacía un frío del carajo (bendito). Cosas de vivir en la puñetera meseta, como ya hemos explicado. Así que nada, a refugiarse en un bareto, si es que había pasta, o a pasar frío por la calle que por aquel entonces no había ni "plumas" ni la ropa esa tan dabuti para no pasar frio que hoy se estila. Ni termodactil ni nada. A pasar frio se ha dicho con las trenquillas o los abrigos de paño (estos eran más calantitos pero menos rockeros) o alguna chupa de pana o sintética de esas que dejaban pasar todo el biruji. Así que a ponerse camiseta y dos o tres jerseises, fufanda, calcetines gordos y guantes (fundamental, que se te quedaban las manos que no sentías los dedos) o a quedarse en casita para no congelarse.


La verdad es que preferíamos congelarnos a quedarnos en casita, salvo que la casita fuera la de Rulo y estuviera disponible. En ese caso, terciaba un acople de los guapos y ¡ale!, a escuchar música tan calentitos. Si no, paseitos por la calle hasta que aguantara el cuerpo, que lo de sentase en el parque o en la plazoleta ya no era cosa por aquello de que con los dedos tiesos de frio nompodías tocar la guitarra y lo que si podías es pillar un trancazo de no te menees (que más de uno hemos cogido tan ricamente en similares trances). O a acoplarse en algún portal, el de Salva era el preferido, para echar un truja (y lo que se tercie, si es que se terciaba algo) al abrigo del relente. O meternos un rato en el coche de alguien bien aparcaditos para no gastar gasofa pero que tambiñen solían estar congelados y no era plan. En fín, ¡maravilloso!, ¡dabuti!, ¡que viva el invierno y el frio y la madre que los parió!, que nosotros eramos más de clima templado, pero ¡que le íbamos a hacer! cuando el grajo enpezaba a volar bajo. Pues eso.

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