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¡Vaya movidón!

El año que comenzaba iba a ser de lo más movidito (en todos los sentidos), solo que nosotros aún no nos habíamos coscado del todo, aunque algo se iba ya notando. El "Momia", apelativo despectivo con el que solíamos referirnos al anciano dictador fascista que nos gobernaba, se había puesto el verano pasado muy malito, y todo parecía indicar que había caído en un prolongado declive (aunque aún habría de cargarse más gente antes de espicharla el muy cabrón, y que me perdonen los cabrones). La Junta Democrática, promovida por el Partido Comunista, estaba cada vez más presente en el cotarro político (a pesar de ser absolutamente ilegal). Nos daba en la nariz que tenía que pasar algo. Bueno, pues si tenía que pasar algo que pasara de una puñetera vez, que cuando se es joven ya se sabe que se tiene mucha prisa (además de creerse uno inmortal, o casi). La conspiración estaba en el ambiente y en el barrio había mucha movida política (clandestina claro, como la celebración de la Revolución del 17 en casa de Llopis, o los recitales más o menos subversivos en los locales de las asociaciones de vecinos) y algunos amigos y conocidos se habían decidido ya por la militancia activa.

Mientras tanto, un grupo de niñatos superpijos, meapilas y fachas por un tubo autodenominados "Guerrilleros de Cristo Rey", en su mayoría hijos de militares y de cargos del régimen comenzaban a hacer de las suyas, sobre todo en la universidad, para ver si conseguían acojonar a los "rojos", que sencillamente eran todos los que nos pensaban como ellos (o sea, la inmensa mayoría del país). Daban el coñazo, sobre todo, en la Facultad de Derecho de la Complu, pero en Historia no se comían un rosco (que estaba aquello lleno de ácratas, rojos y demás gente de mal vivir) y aunque nos hicieron alguna visita esporádica, terminaban yéndose entre los abucheos del personal, e incluso alguna vez tuvieron que salir por piernas. Por lo demás eran muy gallardos (con su pelo bien engominado a lo Roberto Alcazar) y muy "valientes", que algunos tiraban de pipa y todo (seguro que se la habían cojido a papi), pero ni aún así conseguían que nos acojonáramos, que si pensaban que íbamos a pelarnos las greñas, quitarnos las barbas y dejar de tocar rock`n roll ya iban listos y, además, ya estabamos hasta el gorro de fachas en este país como para aguantar a unos niñatos de mierda reconvertidos luego en pistoleros.

Mientras tanto, seguíamos a lo nuestro, soñando con la música y con el momento de poder volver a tocar en directo, que es lo que más nos molaba de todo. La cosa no estaba facililla.

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