Seríamos una panda de greñudos mal encarados y peor atusados, vestíamos medio jipi, medio rockero y medio progre, a veces (no muchas) llevábamos el loro a toda pastilla a todas partes (sobre todo cuando íbamos al campiri), pero no éramos unos horteras. Chavalotes de berrio periférico, si. Rockeros jipiosos y un punto progres, también, pero no éramos unos horteras. Abominábamos de las horterdas allí donde nos las encontráramos, y las había a miles. Por todas partes. El país en si era una horterada cutre y rancia. La música que se escuchaba por la radio y en la tele (el que la tuviera) era por lo general de lo más hortera, igual que las películas españolas o los seriales radiofónicos. Los presentadores de TV no eran menos horteras, así como algunos famosos grupos modernos de danza que amenizaban las veladas televisivas. El festival de Eurovisión era una horterada, y el de San Remo o el de Benidor, para que hablar.
Mucha de la gente que nos cruzábamos por la calle eran un@s horteras de tomo y lomo. Como los macarras que iban al Canciller, antes de que se reconvirtieran en heavies, bueno ellos no, aunque sí sus hermanos menores. Vestían hortera, se peinaban hortera, hablaban hortera y solo escuchaban y bailaban horteradas. Y los pijos no salian mejor librados. Horteras con pretensiones de finolis, pero horteras al fin y al cabo con sus polos y sus castellanos. El futbol o en lo que se había convertido, otra horterada y los forofos futboleros de los más horteras de todos. Los bailes regionales de la sección Sindical del Movimiento, otra horterada que te cagas, las fiestas de los pueblos les seguían muy de cerca y en ocasiones hasta les ganaban a horteras y todo, y en este plan. De tal manera que el ¡no me seas hortera, tí@!, era algo de lo más fuerte que le podíamos decir a alguién.
Asi que el puñetero día de San Valentín venía a ser como la maldita culminación de todas las horteradas. La superhorterada que nos había llegado de fuera y bien edulcorada, de los yankis sin ir más lejos, que por estos terruños nunca había existido tradición al respecto. ¡Y mira que éramos (bueno, nosotros no) horteras por aquí!, pero a tanto no habíamos llegado. Así que la horterada esa de San Valentín con sus floripondios y sus tarjetitas romnánticas, la dejábamos pasar sin pena ni gloria, a no se que se nos preguntara al respecto, que era como si nos hubieran mentado a la madre, o aún peor. ¿San Valentín?, una horterada empalagosa propia de descerebrados llegada desde el otro lado del océano y apoyada por El Corte Inglés, que había encontrado un filón. ¿El día de los enamorados?, ¿de que enamorados de las narices nos estás hablando?, ¿es que solo se enamoran ese día?, o si están muy enamorados ¿porqué es ese día especial y no todos los demás? y sobre todo, ¿porqué tienen que celebrarlo?, ¿a quien coño le importa un carajo?.
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