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Rajando sin parar

Locuaz como el solo. Así era nuestro amigo Moisés, el bateria de Don Falismin que habíamos conocido aquella misma primavera y del que nos hicimos troncos, bueno y además lucía una larga melena (lo mismo que nosotros) y una considerable tocha (o picota, que también se le puede llamar así). Un tipo afable que rajaba sin parar (y además un desfacerdor de entuertos, -se dice así, ¿no?- que un día en el metro le quitó a un chavalín el trujaba que se estaba fumando porque habia un vejete al que le molestaba) y decía muchas cosas con muy buen sentido. Según nos contó, acababa de empezar a tocar la batería, lo cual nos dejó ciertamente perplejos porque la verdad es que lo hacía bastante bien (no era Salva -uds. disculpen, pero hay pocos batarías como Salva- pero lo hacía bastante bién), y no es que sea precisamente un instrumento facil.

Lo cierto es que Moisés hablaba sin parar, de los más diversos temas, casi siempre interesantes, que también habíamos conocido alguno o alguna que estaban todo el día rajando a troche y moche sin decir nada sustancioso (para eso, mejor, quédate callado) o sea un@s palizas y un@s barrilas que no veas de los que había que huir como de la peste. No era el caso de Moisés. Por aquel entonces andaba leyendo a Stendall y había llegado a la conclusión, no se si influenciado por su lectura, de que la mayoría de las tías, aunque estuvieran muy buenas (o a lo mejor por eso) eras seres insustanciales y vacíos. Yo también pensaba parecido y hasta había hecho, años atrás, una cancioncilla sobre el tema, pero desde la distancia del tiempo me parece que lo que me pasaba a mi es que me jodía no comerme una rosca (o sea, que no me hicieran ni puto caso). No se si sería lo suyo, pero tampoco hay que descartarlo (aunque él ligaba -no es que fuera un ligón, entiéndase- bastante más que yo, por la sencilla razón de que no era ni la décima parte de cortado, además de los atractivos que le hubiera conferido la naturaleza, que uno no es quién para juzgarlos).

Rajaba sin parar y con voz, cuando se emocionaba o le apasionaba algo (lo que también solía pasar bastante a menudo) tronante. Así que la madre de Rulo, en cuya casa seguíamos reuniéndonos tan ricamente, decidió tomar cartas en el asunto y cortar por lo sano. "¡Oye rico!, vaya vocecita que tienes", les espetó un día tan pancha, después de abrir la puerta y asomar la cabeza, no sin cierto cachondeo. El pobre y bueno de Moisés se quedó más bien chafado y miraba de un lado a otro con cara de circunstancias. Cuando se fué (la madre de Rulo) seguimos con la conversación y él rajando, que a eso no le ganaba nadie, y además es en lo que estábamos ocupados en ese momento.

P.D. Ya sabes tronco, si algúna vez lees esto que sepas que te queremos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

J. L. Ajenjo, como habeis descrito a Moises, me acuerdo mucho de su cara, melena, nariz y lo mucho y bien que hablaba. Me acuerdo del dia que le llevaron a la comisaria de la Puerta del Sol, estabamos en M&M, tocaba Burnig, a la semana siguiente tocabamos Don Falismin, en plena actuacion de Burning se colo la policia y empezaron a llevar gente a un Bus de la pasma, aparecio 3 dias despues por el local ( de la Dolores ) de ensayo.

Eshmun dijo...

¡Que tiempos!. A Moisés también le hemos perdido la pista. Era un tipo estupendo.

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