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El buga de Emeterio

Por aquella época (primeros meses de 1974) nuestro amigo Emeterio (miembro destacado de la baska) se pilló un buga tela fardón. Vamos que molaba un güevo. Era un seiscientos (esperar, ya se que los seiscientos no tienen nada de particular, pero este sí) descapotable de color naranja (lo véis) con radio y todo. Asi que de vez en cuando nos íbamos en el seiscientos de Emeterio a darnos un rule por los parajes cercanos a Madrid. Como vivíamos en el Barrio de la Concepción los parajes cercanos estaban saliendo por la carretera del Aeropuerto, que era la que llevaba también a Barcelona (en realidad la carretera no te llevaba a ningún sitio, como no te movieras tú o tu vehículo de turno ibas listo), así que nos íbamos por el Jarama, Alcalá de Henáres, Guadalajara y eso. Tampoco es que fuera un bosque de abedules aquello, que más bien parecía un secarral que otra cosa, pero a falta de floresta.... Lo que si había era algunas montañitas (bien peladas, eso si) y teníamos que subir algunas cuestas pronunciadas con aquel cacharro, pero la cosa es que las subía, despacio, pero sin mayores problemas.


Pero cuando más molaba era a partir del buen tiempo (que en Madrid nunca se sabe cuando va a comenzar exactamente, por mucho que se empeñara el hombre del tiempo, que en aquella época ya había y acertaba igual que ahora, o sea, a veces). Entonces le quitábamos la capota y con las ventanillas abiertas bacilábamos como si fueramos en un deportivo de lo más guapo. Lo cierto es que nos lo pasábamos pipa (que siempre hemos necesitado poca cosa para pasárnoslo bien, cosas de chicos de barrio periférico) y además era muy práctico (te traía y te llevaba tan ricamente) y muy fresquito en verano (que los veranos de Madrid son de espanto, oyes). Solo tenía un pequeño inconveniente, el embrague debía estar algo changado porque Emeterio tenía que meter las marchas a capón (a lo bestia) y sonaba un ¡craaak!, que lejos de amilanarnos nos parecía incluso más divertido. Así que con la radio a todo trapo íbamos y veníamos en nuestro deportivo particular de color naranja, y más de una vez me llevó hasta el quinto pino (y me ahorraba por la cara mi buena hora larga de metro, y del de entonces) donde empezé, ante la ausencia de Salva, que se había ido a la mili (ahora si, ahora es la buena) a ensayar con un grupo que se llamaba Don Falismin. Bueno, pero eso ya lo contaré otro día.

P.D. No he encontrado uno de color naranja para la foto y bastante trabajo me ha dado encontrar este, así que, sorry!.

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