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Tiempos de cambio

Aunque en realidad no cambiaba gran cosa, si que hubo algunos acontecimientos que parecían querer marcar nuevos tiempos, aunque estos aún tardarían en llegar. Aquel diciembre del 73 me llamó un día muy pronto por la mañana mi amigo Domingo para decirme que no fuera a la uníversidad porque habían volado al presidente del Gobierno por los aires (así, como suena). Bueno, pues eso hice. Le dí las gracias por avisarme, quedamos para luego en el barrio, colgué el teléfono y me fuí a la piltra a seguir durmiendo un buen rato, que la vieja ya se había ido al curro y no se había enterado. Cuando, unas horas despues, me levanté, aseé, vestí y salí a la calle a tomarme la cañita del aperitivo (que es algo que en Madrid es sragrado para todo el mundo, tomarse la cañita o las cañitas del aperitivo) había un ambiente de cierta confusión por todas partes. Que la gente andaba mosca y en los baretos del barrio algunos de los proceres más insignes, conocidos por su ferviente adhesión al régimen y al caudillo (nosotros lo llamabamos de otra manera mucho menos amable), se preguntaban inquietos y medrosos (pero que muy medrosos) si ahora iban a llegar pronto los rusos. Flipábamos, ¿pero que coño se metía esa gente?. Para desconsolarles aún más les decíamos que era algo seguro. Y ya habían aparecido como media docena de chistes sobre el evento, que ya se sabe, a humor negro no hay quién nos gane.

Así terminaba ese año y comenzaba el 74 y yo también había cambiado, de curso, y hasta de edificio, ¡por fín había aprobado primero! y ahora estaba en segundo de Facultad, en un edificio nuevo que al principio no me gustó (¡había estado tanto tiempo en el otro!) con un profesor de Filosofía que se empeñó en enseñarnos la Metaspiscología profunda de Freud (así con dos c... ) con lo que no me quedó más remedio que leerme "Totem y tabú" y el "Yo y el ello". Pero lo más curioso del todo fue que hasta me gustó (más el primero que el segundo) y hasta me enteré de la mitad de las cosas que decía (en el primero, que en el segundo no me enteré de nada prácticamente). Le cogí gustillo y me empecé a leer sobre psicoanálisis e interpretación de los sueños y por un tiempo me hice forofo. Y le daba la paliza a todo bicho viviente que se dejara (y al que no, también, a no ser que saliera huyendo), que siempre he sido de dar la paliza con aquello que me entusiasma.

Con todo, mi reciente conversión al pensamiento freudiano no resultó muy util para mejorar mi relación con las chicas ni mi inexistente vida amorosa, que seguía siendo más cortado que las mangas de un chaleco, y para colmo me había vuelto a enamorar (platónicamente, eso sí) de un compañara de clase, a la que veía de lejos con su amiga (siempre iba con su amiga) y yo daba unos suspiros profundos y me sentía muy desdichado, que me gustaba un güevo pero no era capaz de acercarme y de decirle ni buenos días, a pesar de que los amigos insistían una y otra ves, pero nada que no había manera, que mucho "thanatos" y mucha leche, pero seguía sin comerme un rosco. Y lo peor es que también los tiempos habían cambiado en eso, que unos años atrás habría compuesto, en medio de mi desesperación amorosa, cosa de unas veinte canciones, para júbilo de Quique y de los demás del grupo, pero ahora no, que se me había agotado la inspiración (y además ya no componía baladitas, oyes, que ahora era un músico de rock progresivo muy serio y enrollao) y tocaba sufrir en silencio (¡habré llegado a ser gilipollas!).

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