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Brother Wolf

Aunque las cosas no estaban por aquí para mucha coña marinera (ni de ningún otro tipo), mira tu por donde que la gente de estos andurriales hemos tenido siempre por costumbre descojonarnos de todo aunque vinieran torcidas (tal vez por lo de que las penas con risas son menos penas) y esto fue lo que pasó ese añito del 72, en que los MOH andábamos sin local para ensayar, con Salva en la mili y un tanto perdidos, que habían sido muchos malos rollos en muy poco tiempo y aún no lo habíamos acabado de asimilar del todo. Como también hemos tenido por norma, salvo unos pocos que se pueden contar con los dedos de una mano, no significarnos mucho, no protestar, no denunciar, no nos vaya a pasar algo. Cosas de un país de súbditos.

Aquella primavera salió a la calle, sin previo aviso, o sea a traición, "Hermano Lobo" una revista que se dedicaba lisa y llanamente a cachondearse del regimen. No del gobierno, que también, pero sobre todo del regimen ese de mierda que llevábamos ya soportando tantos años. ¿Ah?, ¿que no os había dicho que este era un regimen de mierda?, pues lo digo ahora, ¡ale!, que no solo eran unos fachas del copón bendito (algo muy propio -lo de los copones benditos- del facherio) sino que eran cutres y rancios como ellos solitos. ¡Hay que haberlo vivido!, lo siento, es algo que no se puede contar en todo su mugriento detalle. Nosostros lo vivimos en el momento en el que, por la edad, no tienes miedo de nada, o por lo menos tienes menos que tus viejos y la gente de su edad.


Pues ahí estaba el Chumy Chúmez, un cachondo el tio y un rojo que no veas (o eso decían los fachas, que aquí si no eras facha eras rojo y no había más narices), con una serie de colaboradores como Forges, Perich (que ya había publicado su "Autopista" para cachondearse del "Camino" del fundador del Opus, que a mi mi había regalado tiempo atrás una vecina de mi madre que al parecer estaba preocupada por mi salud espiritual, la pobre, o que era una facha de tomo y lomo) y Manuel Summers, unos ya conocidos y otros que estaban empezando. A pesar de que no había tenido ningún tipo de publicidad fue eun éxito de ventas desde el primer día y habia que ir temprano al kiosko si no querías quedarte sin ella. Que "La Codorniz", que en su época había sido el único bastión humorista contra la caspa del regimen y había vivido tiempos gloriosos, andaba ya de capa caída, como si no le cogiera el pulso a la baska y a la calle.

La verdad es que retrataba, con mucho humor gráfico y poco texto (que aquí siempre hemos sido vagos para leer más allá de unas pocas líneas) con mucho cachondeo y un tono a veces un tanto bestia (pero menos bestia, eso si, que el regimen con el que se metía) la cutrería generalizada y los estereotipos (¿que coño será eso?) imperantes, que no dejaban títere con cabeza, y eso que había que andarse con mucho ojo si no querías acabar en la trena, así que hoy, sin que lo pretendieran sus creadores, se ha convertido en todo un tratado de sociología (dime de que te ríes y te diré como vives).

Fue como una bocanada de aire fresco en medio de la podredumbre general que se respiraba. El "semanario de humor dentro de lo que cabe", que así rezaba el eslogan debajo del título, nos alegró la vida, como nos la alegraban los discos de nuestros grupos de rock favoritos. Y cada semana, a esperar que llegara al kiosko para descojonarse de la risa. Y coleccionarlo, que luego, es una pena que no tuvieramos todos los números, que algunos no llegamos a tiempo para pillarlos, y que, tiempo después, en una limpieza tonta, nos desprendiéramos de los que teníamos (yo pocos, que lo leía de gorra por aquello de que siempre andaba mal de pelas y a la última pregunta), aunque ahora, gracias a la internet esa desde la que os doy la barrila, los podemos leer todos tan panchos. ¡Joder como han cambiado las cosas!.

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