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A hostiazo limpio

Por si no nos pasaran suficientes cosas chungas también nos cruzaron la cara. Vamos que nos dieron de hostias. A hostiazo limpio con Manolo, el hermano de Juanjo, y mi menda para más señas. Un tipo del barrio, al que conocíamos de vista. Un niñato guaperas de discoteca, todo moderno y a la vez hortera él, con su melenita recortada y sus pantaloncitos campana bien ceñidos, su chalequito abierto encima de la camisa con los picos del cuello por fuera, que se paseaba con dos chicas, cada una cogida de un brazo (que si las dos se cogían del mismo iba a resultar incomodo y tal vez hasta se escorara el tipo).

Parece ser que Manolo y yo, que íbamos a lo nuestro, tuvimos la tremenda osadía de mirar a las chicas según nos cruzábamos, así que el guaperas se nos acercó y nos inquirió en tono chulesco: "¿Qué, os molan las titis?", a lo que Manolo, pensando que estaba de coña le contestó: "Hombre, no están nada mal". Para que más. El guaperas le atizó un cabezazo en toda la naríz que lo dejó grogi y acto seguido se volvió hacia mí, que iba a espetarle algo, pero no me dió tiempo, ¡zas!, me endiñó un puñetazo y me puso un ojo a la virulé. A todo esto, una de las titis, nos decía a Manolo y a mi, "por favor no os peguéis, por favor no os peguéis", cuando hubiera sido más propio que se lo dijera a su furibundo acompañante.

No nos dió tiempo a reaccionar. El tipo se fue, con las titis cojidas del brazo, farfullando no se qué d así aprenderán estos a nos meterse con las chicas de los demás. ¡Pero si no habíamos hecho nada!. En todo caso una miradita de soslayo y nada más, que tampoco éramos un par de babosos que fueramos por ahí persiguiendo tías. Se ve que que quería lucirse y quedar de macho con ellas. Al poco llegó la baska y nos encontró en tan lamentable aspecto, Manolo sangrando por la nariz y yo con un ojo morado. Juanjo y Cesar querían ir a matarlo, bueno, un poco menos, a darle un par de hostias para que aprendiera el tío, pero ya se había esfumado. Así que aquella noche nos fuimos a casa conpungidos y doloridos.

Recuerdo que mientras iba en el metro a la uni a la mañana siguiente con el ojo que me escocía un güevo, iba pensando, lleno de rencor y de indignación, que aquello no me pasaría más. Tenía que aprender a defenderme y dejar de ser un ingenuo. Y un pacifista que huía de las broncas y las peleas. Y un cageta, que es lo que era en realidad, que lo de pegarme no me había molado nunca y había encontrado una justificación intelectual en lo del pacifismo. Pues no, aprendería karate, kung-fu, boxeo, lucha libre o cualquier cosa que me sirviera para romperle la jeta a tipos como aquel guaperas. ¡Vaya que si lo aprendería! (nunca lo hice en realidad).

En fín, al cabo de dos días estábamos en el barrio, que había sido el escenario de la escabechina, al mediodía (digo que entonces era al mediodía, el altercado había sido dos dias antes por la noche, sobre las nueve) cuando vimos llegar a Cesar muy sonriente. Le preguntamos que porqué estaba tan contento pero no nos lo quiso decir. Como insistimos bastante, que nosotros pesados podíamos ser muy pesados, nos contó que la noche anterior se había encontrado en un bareto con el susodicho guaperas y ni corto ni perezoso le había espetado "oye, ¿tu fuiste el que ayer pegaste a mis amigos?. No le dejó contestar, le soltó una hostia que lo tiró al otro lado de la barra. Luego salió del local. Desde entonces el tipo aquel, cada vez que se cruzaba con nosotros se cambiaba de acera (y no es broma).

P.D. 1 No os penséis que Cesar era un pendenciero. Jamás conocí nadie más pacífico y buena persona. Pero tenía la pegada de una mula.

P.D. 2 Ale, sin fotico hoy también, que no se guardan imágenes del evento y no era cuestión de poner cualquier ojo morado o similar alegoría sin más.

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