English French German Italian Dutch Russian Portuguese Japanese Korean Arabic Chinese Simplified
this widget by www.AllBlogTools.com

¡Clandestinos!

Nuestra conciencia política empezaba a despabilarse. Ya no éramos unos crios y teníamos bastante claras las cosas. No nos gustaba nada el país en el que vivíamos ni su dictadura de mierda. Había que hacer algo, además de despotricar. Y algunos decidimos que había que pasar a la acción y organizarnos. Como precisamente no faltaban organizaciones que se oponían al sistema caímos cada uno en la que teníamos más cercana. Yo, gracias a la influencia de mi amigo Seo de la uni, con el que me llevaba muy bien y que me había facilitado algunas lecturas interesantes, me acerqué a los comunistas del PCE. Rulo se fue con los anarquistas, lo que encajaba mucho mejor con su personalidad y su carácter. Y nos volvimos clandestinos, bueno solo un poco, porque el resto de nuestra vida no cambió demasiado. No estábamos a todas horas hablando de política y no nos volvimos unos muermos ni unos coñazos. No le dábamos la bara a nadie. No éramos proselitistas. Seguíamos siendo unos jipis de barrio periférico madrileño que tocaban (cuando podían) en una banda de rock progresivo y sinfónico y que hablaban sobre todo de música y de nuestros gustos musicales. Solo que ahora algunos estábamos organizados políticamente. Y a veces éramos clandestinos.

Tuve mi primer contacto con el PCE en un colegio mayor de la Ciudad Universitaria. Se acordó que debía recibir instrucción previa, seminario lo llamaban, antes de poder ingresar como militante. Lo acepté. Un tipo bastante amable pero algo pesado se encargó de instruirme durante algunas semanas y finalmente se decidió que estaba preparado para ingresar en el partido (así es como se llamaba al PCE por aquel entonces). Antes ocurrió una cosa muy gracios. Un día quiso reunirse con toda nuestra baska y allí que se presentó en el parque. Carmelo lo atosigó a preguntas y al final, cuando ya se iba, me dijo "este es maosista, ¿no?". Era para partirse, ¡Carmelo maoista!. Bien. finalmente llegó el gran día. La verdad es que fue muy gracioso, con mucho misterio se me citó para ir a la casa en la que se reunía en ocasiones una de las celulas del barrio. Me acompañó mi mentor. Entramos, subimos las escaleras, llamó al timbre, se abre la puerta y ¡aparece Jorge, el abogado!, un conocido del barrio. Me ve, se ríe y le dice a mi acompañante, "hombre para traer a éste a mi casa no hacían falta tantas precauciones". Cosas de la clandestinidad.

No dejé de ser jipi ni rockero por haber ingresado en el PCE, lo que a alguno de los más mayores del partido les desconcertaba un poco. En una ocasión, por ejemplo, nos invitarón a tocar canciones revolucionarias en el local de una asociación de vecinos. Y allí que nos fuimos Quique y yo con nuestras guitarras españolas y Juanjo con los bongos a cantar a Paco Ibañez como cuando éramos Cábala (nefasta). Y además vino toda la baska para acompañarnos. El público en su mayoría estaba compuesto por gente mayor que nos aplaudió bastante. Y cuando terminanos el recital, se me acerca un tipo y me dice, con mucho misetrio, que si quiero ir a Alemania a cantar a los emigrantes españoles, que el partido lo coste todo. Le digo que si, que bueno, que no está mal, pero me dice que me tengo que cortar el pelo porque no doy la imagen de la juventud española del momento. Flipé bastante. ¿Se había enterado el menda aquel de como era la juventud española del momento?. Le dije que no estaba dispuesto a cortarme las greñas ni por aquello ni por ninguna otra cosa que no fuera que me diera a mi la gana. Y se acabó la historia. Por supuesto, nunca fui a cantar para los inmigrantes españoles en Alemania.

La gente de mi celula no era así (afortunadamente). Les daba igual que llevara el pelo largo y que tocara en una banda de rock. Nos reuníamos una vez a la semana en casas distintas de algunos de ellos, menos en la mía, claro, que todavía vivía con la vieja. Y conspirábamos. Y discutíamos de política y recibíamos consignas del comité provincial que no se discutían. Pero era lo normal. Es que éramos clandestinos.

No hay comentarios:

¡Compártelo!