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Tan cerca y tan lejos

En abril de aquel año tuvo lugar el golpe de los capitanes que precedió a la revolución de los claveles en Portugal. Aquí, la verdad, es que nos enteramos solo a medias aunque los que ya teníamos algún contacto político (de eso escribiré más adelante) estábamos algo mejor informados. La universidad era un hervidero y una ola de entusiasmo nos invadía a los estudiantes (yo estaba por fin en segundo curso de Filosofía y Letras, que es donde había más chicas y más cachondeo, después de haber repetido primero) como si hubiera triunfado aquí mismo o estuviera a punto de triunfar. Nos volvímos osados (aunque la verdad es que nunca habíamos dejado de serlo, como no habíamos dejado de correr con los "grises" tras nosotros) y se convocaban asamableas y actos de apoyo de todo tipo. Una consigna que se voceaba sin recato por todas partes y bien alto era esta: ¡ten cuidado social (en referencia a los miembros de la brigada politico-social, policias franquistas que pretendían infiltrarse entre los estudiantes y que todo el mundo conocía) y acuerdate de Portugal!.



Aquello de que los militares jóvenes hubieran puesto fin a la dictadura sin disparar un tiro nos parecía una pasada, una gesta histórica de una grandeza incomparable (eso ha quedado bién, ¿eh?, no si de ésta aprendemos a escribir...), ¡los militares con el pueblo!, ¡viva Lenín, Mao Tse Tung y la madre que lo parió! (había cierta confusión y cierto desmadre y mezcolanza ideológica corriendo bien a sus anchas entre el estudiantado), ¡el pueblo con los militares!, ¡abajo la dictadura!, ¡viva la Revolución popular!, ¡viva el Socialismo!, ¡aupa Marx!, ¡Franco al paredón!, ¡disolución de las fuerzas represivas! (o sea, la bofia), ¡viva el amor libre! (que quería decir follar a todas horas con quién se prestara), ¡el pueblo unido jamás será vencido! y cosas por el estilo. Lo malo es que aquí no parece que hubiera (los había, pero aún no lo sabíamos) unos militares jóvenes dispuestos a cargarse la dictadura como allí. ¡Había que ir a verlo!. Y la peña empezó a desfilar hacia Portugal con todo tipo de pretextos (en sus casas y ante nuestras atónitas autoridades). Volvían entusiamados contando historias increíbles a cerca de la solidaridad del pueblo con los soldados y de los soldados con la gente y de como habían cogido a los de la policía política (PIDE, se llamaba) en calzoncillos y cosas por el estilo.

Marcó un hito en nuestras vidas y nos llenó de esperanza. Tan cerca y tan lejos. Lo que había pasado en Portugal ¿pasaría algún día aquí?. No olvidemos que el presidente del gobierno había saltado por los aires apenas unos meses atrás en lo que parecía de alguna manera, o queríamos que así fuera, el principio del final de la dictadura. ¡Que envidia nos daban los portugueses!, tan cerca y tan lejos, una Revolución que había comenzado con una canción y que triunfaba en el país vecino y nosotros con la caspa del regimen de las narices a cuestas. ¡Teníamos prisa!. Eramos jóvenes y teníamos prisa. No queríamos perder más años de nuestra vida en este país de mierda, con su dictadura de mierda y su falsa moral de mierda. ¡Y su música ligera de mierda!. Pero lo cierto, es que, a pesar del entusiasmo revolucionario que nos invadió a todos, no se atisbaba un final cercano. Mucho tiempo después vi la mágnifica "Capitanes de abril" y comprendí mejor toda la historia y es una de mis pelis favoritas, igual que la Revolución de los claveles es una de mis revoluciones favoritas.

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