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Pijos (de barrio)

Si los jipis con pretensiones de místicos que empezaron a brotar como setas en cada esquina eran un auténtico coñazo (además de unos gilipollas) otra especie no menos rara era la de los pijos (y no menos gilipollas). No la de los pijos auténticos, no, (que también eran gilipollas, pero de otro tipo) los del barrio de Salamanca y la calle Serrano (centro de reunión de todo el pijerío), sino la de los pijos de barrio, que ya hay que ser muy gilipollas (pero mucho) para vivir en un barrio casi periférico y ser pijo.

A nosotros los del barrio de Salamanca, o sea los auténticos pijos, nos daban igual, nos la traían floja, vamos que pasábamos de ellos porque no solíamos transitar, salvo causa mayor, por aquellos andurriales. Pero a los que no podíamos soportar era a los pijos de nuestro barrio, que eran pijos de imitación, aunque ponían mucho cuidado en parecerse lo más posible a los pijos auténticos: los mismos polos Lacoste, los mismos zapatos castellanos, el mismo pelito corto y relamido. ¡Un asco!. Que si hay pijos en Serrano y en el barrio de Salamanca, pues bueno, peor para ellos, que nosotros haremos lo posible por no tropezárnoslos. ¡Pero en nuestro propio barrio!.

El barrio era, además, como un pueblo pero en ciudad, como ya he explicado en otro sitio en este blog, vamos que casi todo el mundo se conocía, así que a los pijos del barrio les conocías porque habías ido al colegio con ellos, porque eran amigos de algún amigo de algún amigo, porque eran tus vecinos y, porque, y esto es lo peor de todo, te los cruzabas por la calle cada dos por tres. Y eso que no había tantos, como en el otro barrio, más allá de la frontera, el Parque de las Avenidas, que ese si que era un hervidero de pijos de barrio bien.

Eran absolutamente insoportables, además de la forma de hablar, los muy cretinos se decían apolíticos, vamos que nos les interesaba nada la política, ¡toma ni a nosotros tampoco!, pero ya se encargó la propia política de que no pudiera dejar de interesarnos. Sus gustos musicales eran deleznables. Les molaba el sonido "bubblegum" de las narices y grupos como Ohio Express (¡arggg!) o los Archies (¡aaaarrrrrggggg!) y también les molaban los coñazo de los Beach Boys, que ya hay que ser gilipollas para vivir en Madrid, que la playa más cercana está a 350 km, y colgarse con los surferos californianos esos. Y encima se atrevían a decir que el rock progresivo no era más que ruido, ¡serán imbéciles, los niñatos de mierda estos!, que en más de una ocasión nos hemos tenido que contener para no romperles los piños.

Bueno, como suele pasar, no nos relacionábamos con ellos, aunque éramos del mismo barrio, así que cada uno iba a su rollo, pero cuando por un casual te los tropezabas, te entraba, no se, como una especie de comezón, un mal rollo, oyes. Y luego están las anécdotas curiosas, como mi amiga Paloma de la Facultad, que era una pija de espanto, pero pija auténtica, y sin embargo, mirá tú, le cayó bien el grupo de jipis y acratosos con el que yo iba, y se nos apuntó desde el primer día (que al principio flipábamos en colores) pero resultó ser una tía bastante maja y deshinibida, y bastante enrollada, aunque eso si con novio pijo, que las cosas tienen que ser como tienen que ser (y no me extrañaría que al final le hubiera mandado al carajo). La diferencia, seguramente, es que Paloma era una tía inteligente, aunque de familia pija, y los pijos de mi barrio no pasaban de tontos del culo.

P.D. No he puesto ninguna fotico, porque, total, para poner una foto de unos pijos , mejor nos la ahorramos y todos tan felices y tan contentos.

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