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La Psicodelia (II): Cerca del comienzo

No preocuparse, que no voy a volver a empezar desde el principio lo que ya he contado. Se trata del título de un álbum de uno de los grupos mas raros y extraordinarios que haya podido escuchar nunca. Hacían una mezcla de hard rock y psicodelia, eran americanos de la costa este y se llamaban Vanilla Fudge. Y el disco "Near the beginning". Ya el nombre del grupo intrigaba lo suyo, que es un juego de palabras con doble sentido. "Fudge" es una chapuza, el grupo no, quiero decir que inglés significa eso "chapuza", pero también es el nombre que se le da a un dulce, normalmente de chocolate, así que en este caso la alusión a la vainilla terminaba de rizar el rizo.

No era su primer álbum. Por no se que extraña razón nunca llegábamos a conocer a un grupo en sus principios, sino cuando ya había sacado dos o tres discos por ahí fuera, en este caso el tercero, ¡Ah, ya me acuerdo!, era el dichoso país en el que vivíamos, que era todo muy moderno y de la máxima actualidad. Nos pasó con Jethro, Pink Floyd, Deep Purple y ahora con Vanilla Fudge, aunque no nos había ocurrido con Emerson, Lake & Palmer, que a esos les seguimos desde el primer álbum.

El caso es que los Vanilla Fudge hacían una música de lo más curiosa, con muchas mezclas de diferentes estilos, pero con un toque muy personal, y también utilizaban el órgano como un instrumento solista, así que yo encantado. Al principio tardó un poco en acostumbrarseme el orejo, que tenían algunos temas verdaderamente raros (para lo que habíamos oído hasta entonces). Pero una cosa estaba clara, tocaban que daba miedo de lo buenos que eran.

Había uno que a mi particularmente me tenía encandilado, se llamaba "Some Velvet Morning" y es una de las piezas más bellas que se ha compuesto en la música rock. No ha habido forma de pillarla en el YouTube, ni en ninguna otra parte, así que os quedáis con las ganas. En cambio, os pongo este, que aunque no venía en el mismo disco, es ideal para que os hagáis una idea de como sonaba aquel grupo.

Así que más de una tarde nos sumergimos en los evocadores paisajes psicodélicos que dibujaban en nuestra desbocada imaginación Vanilla Fudge con su extraordinaria música, y viajábamos, sin movernos del cuarto del Rulo, que es donde estábamos normalmente cuando no estábamos en otro sitio, hacia dimensiones interiores y muy lejanas y nos sentíamos muy bien y a gusto, y comprendíamos cosas que de otra forma no se comprenden bien. Y aprendíamos nuevas músicas.

Escuchar la música que nos gustaba oir, era un ritual. Un ritual que se repetía casi cada tarde. Un ritual de hermandad, aunque entonces no tuvieramos clara conciencia de ello, y de iniciación en los misterios del sonido y la armonia. La música nos elevaba y nos trasportaba, era algo serio, además de divertido, y la tratabamos como tal. No consumíamos música, escuchábamos música, con el mayor detenimiento, lo que exigía siempre un ambiente adecuado, o sea el cuarto de Rulo, y con el mayor placer.

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