English French German Italian Dutch Russian Portuguese Japanese Korean Arabic Chinese Simplified
this widget by www.AllBlogTools.com

Muuusssho jipi

Allí estábamos MOH. Comienzos de los años setenta (ha pasado una prorrada de tiempo, ¿eh?) con nuestra música, cada vez más psicodélica, progresiva y experimental. Y con nuestras pintas. Porque había que vernos las pintas que llevábamos. Pelos muy largos, botas camperas por encima de los pantalones vaqueros. Vamos que estábamos hechos unos jipis, con un poco de retraso sí, porque la verdad es que en el resto del mundo (civilizado) los jipis comenzaban a estar de capa caída. Pero nosotros no, tan contentos. Al fin y al cabo aquí, en este país, todo iba con un cierto retraso.

Bueno, eramos unos jipis un poco particulares, del terruño como quien dice, no es que fueramos idénticos a los jipis californianos esos. No teníamos comunas, ni practicábamos el amor libre (aunque ganas no nos faltaban) ni hacíamos muchas de las cosas que hacían o habían hecho aquellos jipis de allende los mares. En realidad, vivíamos en casa con nuestros padres íbamos al trabajo o a estudiar a la universidad (cuando íbamos) y eso sí, éramos MOH, la nube que vegeta, y teníamos una pinta de jipis que no veas.

Toni y mi menda

En el barrio eramos los jipis y no teníamos competencia. Bueno estaban los de Bami, que eran más jipis que nosotros y hasta habían estado en Amsterdam y todo. Si, si, los que nos habían choriceado las chicas de la panda, perdón, la baska, unos añitos atrás. En nuestro descargo diré que también eran mayores que nosotros y además no eran del barrio. ¡Que se j....!. Y las chicas, con el tiempo, los habían plantado y ya no iban con ellos, ni con nosotros tampoco, que había chicas nuevas en nuestra baska, pero nos hicimos amigos otra vez, porque ahora ¡eramos todos jipis!.

La verdad es que era un motivo de orgullo, unas señas de identidad y un claro signo de disconformidad (la pinta que llevábamos). Cuando una señora mayor se nos quedaba mirando por la pinta, lo cual sucedía con frecuencia, nosotros le sosteníamos la mirada con cara de mala leche y hasta nos volvíamos para mirarla cuando ya se alejaba. ¡Que se había creído la tía esa!. Lo mismo en el metro o en el autobús ¡era un desafío constante!. Con el tiempo se nos fue pasando, no la pinta, sino lo de sostener la mirada y empezamos a pasar del asunto. Además, con el tiempo, empezó a verse más gente con pinta de jipis y la gente se fue poco a poco acostumbrando.

En el fondo éramos bastante inofensivos y casi hasta tiernos. Nos molaba la música, nuestra pinta, el grupo, por supuesto, que estaba por encima de todo, y solo queríamos que nos dejaran tranquilos. A nuestro rollo.

En mi caso particular no lo tuve difícil. Mi vieja siempre había sido bastante liberal y no le importaba que llevara los pelos muy largos, ceñidos en ocasiones con una cinta, como un piel roja, botas de montar por encima de los vaqueros (¡hasta en verano y a pesar de calor!) un viejo zurrón militar -que se había puesto de moda entre los jipis, por lo menos entre los que yo conocía- y nunca me dijo nada al respecto. Nada de ¡córtate esas greñas! o ¡ a ver si te quitas esa pinta de zarrapastroso que llevas!. O no le importaba o lo disimulaba muy bien.

No fue así siempre para los otros. Broncas en casa al principio. Cortes de pelo, tijeras en mano, a traición en algunos casos. En fin el consabido rollo de los padres que creen que su hijo se va a convertir en un delincuente o un degenerado. ¡Que curioso!, Había más delincuentes y degenerados con buena pinta, traje de chaqueta y corbata incluidos, pero eso sí, en las pelis siguen poniendo a los malos con pinta de jipis ¡Serán gilipollas!. En fín, que sí hubo una pequeña guerra familiar para imponer nuestro estilo de vida y nuestras pintas, de la que finalmente salimos triunfantes casi todos. Pero es que no se podía ser de un grupo de música psicodélica, progresiva y experimental y no tener pinta de jipis. Que iba todo en el mismo saco.

No hay comentarios:

¡Compártelo!