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En el Conservatorio

Pues si, al final me apunté al Conservatorio. Mejor dicho, al Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, detrás del Teatro Real, que es donde yo vivía (en el Teatro Real no, en Madrid). Tampoco iba a irme a Viena o a Paris ¿no?. La idea era, como ya dije, llegar a tocar como Keith Emerson. Pero en poco tiempo. Que era muy joven y tenía prisa. ¡Hay que ver lo ingenuo que puede uno llegar a ser!. O lo desinformado que estaba. Resulta que después de chuparme una cola del copón para matricularme de solfeo, que era lo imprescindible para poder empezar a estudiar piano algún día, nos tiramos todo el curso con el DO, DO, RE, RE, MI, MI, FA, LA, SOL, FA, MI, que a mi, la verdad no me llegaba mucho. ¡Que tenía prisa leñes!. Tenía que triunfar antes de cumplir los veinte, y aquello se eternizaba.


Quique también se apuntó, pero en otro horario, así que no coincidíamos. Yo por la mañana iba a la Facultad a estudiar, bueno, eso se decía, 1º de Filosofía y Letras, y por la tarde, tres días a la semana al conservatorio. La profe no estaba mal (hablo de sus competencias pedagógicas, claro) pero el sistema a mi me parecía una birria. '¡Que yo no quería ser Beethoven, hombre!, solo quería tocar los teclados como Keith Emerosn en mi grupo de rock progresivo y experimental.

Ah, ¿si?, pues te vas a esperar un poco. Que primero había que tener tercero o cuarto de solfeo aprobado y luego ya te podías matricular en primero de piano, que de organo y teclados electrónicos, na de na. ¡Que frustración!. En fin, aguanté todo el curso como pude, que para eso me había matriculado y chupado la cola del copón, pero al final, aunque creo que me lo sabía (tampoco era tan complicado el primero de solfeo) no me presenté al examen. Ya tenía claro que por ahí no iba a seguir.

Además me habían zumbado tres asignaturas en la Universidad, griego entre ellas, ¡que yo sacaba sobresalientes en griego en el cole! (si, soy de letras ¿que pasa?) y eso no podía seguir así. La verdad es que me había fumado unas cuantas clases ( y otras cosas que no vienen a cuento), bueno unas cuantas docenas de clases, en fín creo que algún día llegué a ir a clase, pero por lo visto no era suficiente. Que la vieja se estaba gastando un pastón con mis estudios y yo, ale, a catear tan tranquilamente. En realidad eso me importaba bastante menos que la perspectiva de una larga carrera de diez años en el conservatorio para poder llegar a tocar decentemente. Así que me rajé. Y no tenía otras alternativas. Que por aquel entonces lo de los talleres de música aún no se habían inventado. Y si se habían inventado por ahí fuera en España no nos habíamos enterado.

Autodidacta de nuevo. Y a echarle mucho morro. A suplir con imaginación la falta de técnica y conocimientos. Y a practicar en casa como pudiera en mi Panther. Pero al final me aburría de tocar solo, y cogía de nuevo la guitarra. Está comprobado. Es más fácil tocar medio mal la guitarra que tocar mal el piano. Y como también iba de cantautor, pues así me consolaba.

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