English French German Italian Dutch Russian Portuguese Japanese Korean Arabic Chinese Simplified
this widget by www.AllBlogTools.com

Salva y yo

¿Que quién es Rulo?. Tú sigue leyendo que ya te enterarás. De momento vamos a lo que vamos. O sea, a Salva y yo.

Salva y yo tocábamos la guitarra en su casa por las tardes. No era complicado. Vivíamos en el mismo barrio y habíamos ido juntos al mismo colegio. Nos conocíamos desde parvulitos. Hasta habíamos hecho la primera comunión juntos, uno al lado del otro, que se iba en fila de a dos. Luego a mi me llevaron a otro colegio y nos separamos, pero dos años más tarde nos volvímos a encontrar cuando cambié nuevamente de colegio. Allí estaba él. Y me reconoció de inmediato. Habíamos sido buenos amigos (compartíamos secretos, picardías y esas cosas que te parecen tan importantes cuando eres pequeño) y lo seguríamos siendo mucho tiempo después.

A mi me habían comprado una guitarra, española por supuesto, a los trece añitos y él, que era hijo de un músico profesional que tocaba varios instrumentos, se había encargado de enseñarme los principales acordes. Era suficiente, dada nuestra notable afición. Juntos tocábamos y cantábamos y nos los pasábamos de fábula, mientras afuera, ese país triste y gris en el que vivíamos sin daranos todavía mucha cuenta, se diluía a golpe de nuestros berridos. Lo cierto es que no lo hacíamos tan mal y el padre de Salva, que dirigía el coro de la parroquia del barrio, nos reclutó muy diligentemente para que aportáramos nuestro encanto (y nuestras guitarras, lo que era más importante). Aunque no nos convencía mucho lo de la música sacra, fuimos porque había chicas y a esa edad las hormonas mandan.

Salva, tiempo después, captado por el ojo psicodélico de Rulo

Un poco después a mi me compraron mi primera guitarra eléctrica, tras haber aprovado, eso si, en septiembre (como debe ser en un rockero en ciernes) la revalida de cuarto, de bachiller, una Hofner de caja, muy molona (y que podéis ver en algunas de las fotas más antiguas) que enchufaba en un amplificador, ¡oh maravilla! que había en casa de Salva y que era de su padre claro, un trasto pequeño que sin embargo nos parecía lo más grande del mundo. En verano salíamos a tocar a la terraza para fardar, y a veces poníoamos un disco, por ejemplo el "Soul Finger" de los Bar-Keys o alguno de Los Pekenikes y hacíamos que tocabamos para que se fijaran en nosostros las chicas que había abajo en la plazoleta (y que luego serían nuestras amigas). En mi casa la tocaba a pelo, pero como he dicho que era de caja, algo sonaba. Poco más o menos por aquel entonces a Salva le había comprado su padre su primera batería, casi de juguete, harto de que estropeara sillas y otros muebles atizándolos, con increíble sentido rítmico, eso si, con un par de viejas baquetas que no se sabía muy bien de donde habían salido. Una guitarra eléctrica y una batería ¡ibámos a comernos el mundo!.

No hay comentarios:

¡Compártelo!