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¡Tenemos un teclado!

Aunque yo tocaba la guitarra, mi preciosa y dura como un piedra Hoffner, lo cierto es que también quería tocar los teclados. No se muy bien de donde me vino aquello, pero el "In a gadda da vida" de Iron Butterfly, había ejercido un profundo efecto. Y luego estaban los Emerson, Lake & Palmer. Nada que yo quería ser teclista. Debí dar tanto la barrila en casa que mi madre, por fín, me compró un organo eléctrico. ¡Ya tenáimos teclado!. Era un Panther, ya se que lo que estaba de moda eran los Hammond o en su defecto los Farfisa, pero el presupuesto familiar no daba para tanto.

Yo y mi flamante Panther recién estrenado

En cualquier caso, a mí mi Panther me parecía una maravilla con sus diez o doce registros y su teclado dividido en dos partes, la izquierda de dos escalas para el acompañamiento con sus registros propios y el resto para la melodía. Y, claro, como había que enchufarlo en lagún lado, me compró también ¡santa mujer! un amplificador. ¡Mi primer amplificador!. De 40 watios de potencia, con dos entradas, por lo que podíamos enchufar la guitarra y el órgano al mismo tiempo. Además tenía hasta trémolo y reverberación. Esto cada vez se parecía más a un grupo serio.

Por supuesto, no tenía ni pajolera idea de como se tocaba aquel cacharro, pero me las ingenié para trasponer las notas de los acordes de la guitarra al teclado con lo que desarrollé, por llamarlo de alguna manera, un singular estilo. Lo de la melodía ya era algo más fácil. Mi primera composición, como teclista, al poco tiempo de tener mi flamante Panther, fue una pieza realmente simple, una introducción de cuatro acordes que pretendía sonar a clásico, y el resto solamente dos: Re m y Sol, con largos trozos para los solos de los demás instrumentos, que ya tenía yo bastante con hacer la melodía que se repetía después de cada solo, por lo que se llamó "Oda en Re m". En los conciertos, bueno recitales, que algunos ya dábamos, los incondicionales bramaban: ¡Oda!, Oda!, Oda!, a lo que Juajo, que era uno de ellos solía poner el colofón con el grito de: ¡Y quién no quiera Oda que se j...!

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