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La Psicodelia (III)

El nuestro era un mundo de colores (y de sonidos). En un país gris y mugriento un mundo de colores. Muchas veces esos colores solo estaban en nuestra imaginación. Otras veces en las fundas de los discos que escuchábamos, pocas en la ropa que llevábamos (el mercado local no daba para más). Y cuando no había colores, los inventábamos o los poníamos nosotros. Como las estrellas fosforescentes que Rulo había pintado en el techo de su cuarto. Como la foto de abajo (si está repe, pero esta mola un mazo) que era en grises y fue transformada al color por la magia del Mago Jarragus. Era un mundo de colores (y de sonidos armónicos).

Colores cálidos y brillantes, llenos de luz y de vida, que contrastaban con el perpetuo gris que nos rodeaba. Así que no es de extrañar que nos hubieramos construido nuestro pequeño paraíso a medida, con los medios de que disponíamos que, tampoco vamos a exagerar, no eran muchos. Un paraíso de colores y sonidos. Un mundo para nosotros donde nos sentíamos, cómodos, protegidos y partícipes de cosas desconocidas para los que no estaban en el rollo.

Tampoco es que estuviéramos en posesión del Arcano Mayor, ni mucho menos, pero nos sentíamos a gusto en nuestro particular mundo de colores, armonías sonoras y sensaciones diversas que normalmente brotaban a través de los sentidos. Un refugio, al fin y al cabo, que nos aislaba del cutre y ramplón mundo exterior, y lo que es mejor, un refugio que iba con nosotros allí donde nosotros fuéramos.

No, no estabamos aislados de la realidad, perdidos en un mundo de ensoñaciones. Por el contrario, eramos cada vez más conscientes de la realidad en que vivíamos, de la que había muchas cosas que no nos gustaban, ¡chungo!, pero éramos jóvenes y soñadores y queríamos un mundo de colores. No de una forma inocente, ni estúpida, conscientemente queríamos un mundo de colores. Así que nos fabricamos uno.

Nuestro mundo de colores y sonidos era un mundo psicodélico, influido por el popart y la música a la sazón. Lo más curioso de todo es que en el resto del planeta la corriente psicodélica empezaba a estar en retroceso (de lo cual, nosotros, claro, tampoco eramos muy conscientes ni estábamos muy informados) pero aquí, como siempre había llegado tarde, bastante tarde, y no estábamos dispuestos a dejar que pasara de largo.

Un mundo de colores y sonidos, un mundo donde los sonidos tenían color y los colores sonaban como la música. Psicodelia pura.

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